Érase una vez...
Érase una vez... un ingenioso labrador de un lugar de La Mancha de cuyo nombre sí quiero acordarme, Consuegra.
Tras toda una vida dedicada a la molienda del grano de trigo se le ocurrió una idea que empezó a contar a todos los del lugar. Él estaba convencido de que su idea era revolucionaria para la época, sin embargo nadie le prestaba atención.
Un día, se encontró en la posada con un tal Miguel de Cervantes que estaba escribiendo una novela sobre un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor... Ante la desolación del labrador, éste le pidió que le contase su idea, que salvo licencia poética rezaba tal que así:
“Por los ventanillos ves qué viento está soplando (solano alto, solano fijo, solano hondo, moriscote, ábrego hondo, ábrego alto, toledano, cierzo, matacabras o mediodía) y amarras el borriquillo, con sus pelotillas, arboletes, riendas, garruchas y mazuela, para llevar la cadena del palo de gobierno y poner el molino frente al viento. En la cuadra hay un albañal para introducir el grano y subirlo a la camareta donde se pone en el cedazo y el troje, todo ello soportado por los marranos del techo. Las plumas que vienen del fraile que está en el castillete, de donde salen las aspas con las teleras. Cuando sopla el viento las ruedas catalina y linterna imprimen movimiento a la muela volandera, que gira sobre la muela solera, triturando el grano.“
Don Miguel, atónito por lo que acaba de escuchar, no pudo menos que dar unas recomendaciones al experimentado labrador:
- Puedes tener ideas brillantes, pero si no sabes transmitirlas, no valen de nada.
- Has de aprender a contar historias capaces de encantar a la audiencia con elementos diferenciadores.
- Tienes que conectar con tu público emocionalmente y que tu mensaje sea inolvidable.
Tras este breve y, a la par, fructífero encuentro, el labrador, haciendo caso a los consejos del sabio escritor, dio forma a su historia como sigue:
“¿Sabéis que no hemos cambiado la forma de moler el grano a mano como desde el Neolítico?
¿Os gustaría obtener una harina mucho más fina, con mucho menos esfuerzo y permitiéndonos obtener suficiente cantidad para que toda una población pueda comer cada día?
¿Os gustaría desperdiciar menos producto y que la harina blanca deje de ser un privilegio de los ricos y que los pobres no os tengáis que conformar con la harina marrón con salvado?
¿Os gustaría dedicar el tiempo que os ahorrareis en la molienda para dedicar a estar con vuestras familias o mejorar vuestras labores?
Pues tengo una solución para todo ello, sólo con aprovechar la fuerza de todo el viento que de forma natural y gratuita tenemos prácticamente todo el año en nuestro pueblo, sin necesidad de trabajo humano, ni animal.
Tan sólo necesito que me cedáis un pequeño espacio en lo alto del cerro Calderico y dentro de un mes haré una demostración delante de todos los vecinos.”
Basta con decir que en lo alto del cerro Calderico de Consuegra se llegaron a bautizar hasta una docena de molinos de viento (Rucio, Espartero, Chispas, Clavileño, Caballero del Verde Gabán, Alcancía, Cardeño, Sancho, Mambrino, Bolero, Vista Alegre y Mochilas), que junto con el imponente castillo medieval de la Muela, configuran esa imagen única de la crestería manchega.
La noticia se extendió cual mancha de aceite entre las localidades cercanas que no dudaron en replicar la construcción del invento de nuestro protagonista.
Y qué contaros de nuestro querido Cervantes; no se pudo resistir ante la majestuosidad de tales construcciones y les dedicó unas memorables líneas en su libro Don Quijote de la Mancha. (“La aventura va guiando nuestros pasos mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza-; Aquellos que allí ves -respondió su amo-, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.”)
… Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Nota del autor: ¿Pensáis que el labrador era consciente del legado que nos dejaría a generaciones futuras con su invento sostenible en el tiempo, hasta el infinito y más allá? No tenemos más que ver las modernas instalaciones de molinos eólicos, fuente inagotable de energía verde renovable. Por no hablar de la atracción turística que estos molinos tradicionales siguen ejerciendo a nivel mundial como embajadores de la marca España.